Hay varias cosas que
suceden a nuestro alrededor que no sabemos cómo explicar, y por eso buscamos
encontrar una respuesta y acabamos poniendo la culpa de nuestras decepciones en
alguien que nada tiene que ver con nuestros problemas. A veces viene un tsunami
en nuestras vidas, y nos preguntamos por qué Dios permitió que algo así
sucediera en nuestras vidas, también porque algunas cosas del pasado, incluso
pasando el tiempo, todavía nos persiguen. Jesús nos enseña que para alcanzar el
reino de Dios es necesario arrepentirse de nuestros pecados, y ese término
"arrepentirse" está relacionado con la palabra reconocer. Nuestra
naturaleza lucha para mostrarnos a nosotros mismos que todo el mundo tiene
culpa por lo que sucede en nuestras vidas, y llegamos hasta el límite de culpar
a Dios, pero él nos da la vida, pero también nos da libertad de nosotros hacer
nuestras propias elecciones pero cada una de ellas tiene consecuencias buenas o
malas. Cuando Jesús nos habla de arrepentimiento no es simplemente sentirse
culpable por una falla, sentirse mal a causa de un pecado, sino ver en nosotros
mismos una necesidad de verdadero cambio. Dios no quiere que vengáramos porque
erramos, pero cuando erramos las consecuencias acaban con nuestra fe, nuestra
esperanza, nuestra voluntad de creer que vendrá un día mejor, pero el Padre
desea que se venga a venir a él, para que una transformación de dentro hacia
fuera, algo que dé un sentido mayor en nuestras vidas. Hoy el Espíritu Santo
quiere simplemente enseñarnos que Jesús no está aquí para acusarnos ni tampoco
decir que no tenemos que luchar contra el pecado, sino para darnos algo en
nuestras vidas que realmente valga la pena.
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