Juan, el apóstol, acerca de la luz declara que la verdadera ilumina a todo hombre, y cuando medito en ese versículo, él me hace pensar lo que nosotros hemos vivido de verdad dentro de la gracia de Dios, porque si verdaderamente vivimos en Cristo nuestra vida necesita estar totalmente sin tinieblas, iluminadas por la luz de Jesús.
La gran verdad es que lo que más escondemos una hora va a acabar apareciendo, el pasado que más intentamos huir, más nos persigue, necesitamos para de tratar las consecuencias, y tratar las raíces de nuestros problemas.
Es un gran desafío porque va a exigir de nosotros más que una simple oración, pero un tratamiento de carácter.
Entiendo que necesito mejorar cada día en mi cuerpo, en mi alma, y en mi espíritu, pero vivimos en una generación desequilibrada, donde muchos son maestros en las palabras, pero desequilibrados emocionales, y nuestro papel ante esta sociedad desorganizada, es mostrar que sí es posible vivir una vida plena, libres de las crisis internas, aunque muchas veces no podemos controlar las crisis externas.
Aquel era la luz verdadera, que alumbra á todo hombre que viene á este mundo.
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