Analizando algunas cosas en mi vida empiezo a imaginar algunos pensamientos
que pasaban en la cabeza de Josué, respecto a la tierra prometida. Imagino que
en esos 40 años que Israel se quedó en el desierto, en el medio camino existían
otras tierras, también poseían abundancia, y tal vez pudieran ser conquistadas
de manera más fácil. Pero lo que Dios había prometido al pueblo era una tierra
especifica el Señor no habló, y encuentra un lugar que yo voy a bendecir allí,
pero los guió hasta un lugar específico. Después de 40 años finalmente llegaron
a la tierra prometida y cuando se encontraron en ella habitaban gigantes, y
cuando los espías fueron enviados, algunos de ellos trajeron malas noticias,
diciendo que los gigantes eran tan grandes, que ellos se sintieron como
langostas cerca de ellos, pero dos tuvieron opiniones distintas, Josué y Caleb.
En medio de la incredulidad de Israel Josué se levantó y empezó a decir al
pueblo que si fuera del agrado de Dios, Israel tomaría aquella tierra, pero
ellos no podrían rebelarse. Cuando finalmente el pueblo se levantó para
conquistar la tierra prometida, Dios le habla a Josué cosas muy profundas. El
Señor primero dice que él es el que está en el frente, y por eso habló que Josué
tenía que ser fuerte, valiente, que no temiera, ni se espantara, pues el Señor
estaría con ellos en cualquier lugar. Trayendo para nuestra vida, la tierra
prometida significa el deseo de nuestro corazón, lo que queremos de parte de
Dios, el milagro que necesitamos. Sólo que hasta llegar el milagro existe un
proceso del cual muchas veces es doloroso, de tal forma que estamos obligados a
renunciar a cosas, y que de alguna forma acabamos pagando un precio para
alcanzarlo. Pero una cosa es un hecho, no todo el mundo que salió de Egipto
entró en Canaán, muchos se quedaron por el camino, y ahí entra un punto clave,
la mayoría no consiguió, pues fueron murmuradores, rebeldes, idolatras, o sea,
resolvieron tomar atajos. Mi hermano ese día tarde, tal vez no creas más que tu
milagro pueda suceder, no tienes problema, Dios no necesita tu fe, él necesita
tu corazón, pues en el camino del milagro es muy fácil perder el foco, intentar
una cosa más fácil, coger un atajo, pero si te enfocas en Dios, y te entregas a
él, la promesa se va a cumplir incluso si no estás creyendo. Lucha por su
matrimonio, no deja que el enemigo te convencer que tener una relación fuera de
él, va a ser solución de tus problemas. Muchas veces sucede que cuando amas a
una persona, y por alguna situación ese amor acaba enfriándose, Satanás va
enviando otras oportunidades, o sea, te va mostrando atajos, que al final te
van a destruir, y acabar con las promesas. Guarde esta palabra que está Josué
1.9, he dado un ejemplo sobre el matrimonio, pero se aplica en cualquier área
de su vida. La promesa se va a cumplir desde que usted no desista y si por
casualidad no tiene más fuerzas para luchar por eso, salga del campo de batalla
y deja a Dios luchar por usted.
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