Jesús nos muestra que felices los que lloran, pues serán consolados. Meditando en ese versículo el Espíritu Santo me hace reflexionar algunas cosas profundas, primero como es extraño decir que feliz es lo que llora, pues lo más coherente sería decir que feliz es lo que sonríe, o lo que está contento. El llanto o la sonrisa en la mayoría de las veces expone la situación de nuestra alma, no sólo para las personas, sino para nosotros mismos. Una de las características de aquel que tiene un carácter de Cristo es la sinceridad, necesitamos ser verdaderos con nuestros sentimientos, abandonar las mascarillas, no vivir de apariencias con miedo de lo que la gente va a decir, o las cosas que vamos a perder, pues la promesa de consuelo que Jesús hace no es para aquellos que simplemente lloran, sino para aquellos que exponen su corazón. Consuelo conforme el diccionario está relacionado a dar ánimo, y no hay nadie que gane en ese aspecto de lo que el Espíritu Santo, si no fuera por Él motivarnos todos los días, el camino de nuestra vida sería otro, Él es incansable y no desiste incluso cuando estamos lejos de la voluntad de Dios. Ahora una cosa es segura el consuelo viene en nuestra vida no para acabar con las dificultades, sino para suavizar los dolores, disminuir la carga, pues hay batallas que inevitablemente tendremos que encarar, incluso contra nuestra voluntad. Necesitamos tener cuidado con querer demostrar para las personas que somos fortalezas humanas, pues aquellos que nos rodean van a esperar que vayamos a ser la solución de sus problemas, pero nuestro papel es mostrar que, a pesar de fallos, nuestra fuerza, refugio y fortaleza, vienen de parte de Dios.
MATEUS 05 04
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