El sacrificio que Jesús hizo por nosotros ya estaba previsto en el antiguo
testamento, fue algo necesario para la humanidad, pues vivíamos muertos en el
espíritu, más Él nos dio vida, y vida en abundancia. Él dio lo que
necesitábamos, una renovación en nuestras mentes, en nuestra vida, y
principalmente en nuestro carácter. La Biblia nos habla sobre una nueva alianza
de Dios con la humanidad por medio del Cristo, pero para que hubiera algo
nuevo, algo tendría que morir y de esa forma, Jesús vino y lo rompió con todo
aquello que nos impedía conocer realmente de corazón de Dios, pero todos los
días Él nos llama a morir para nuestros conceptos, y renacer para los
principios de vida eterna. Hoy lo que el Espíritu Santo quiere mostrarnos que
la vida con Dios, no se trata de cosas que pueden o no pueden ser hechas, se
trata de identidad, conocer su propósito de vida, morir para aquello que es
irrelevante, y renacer para lo que fuimos llamados. La vida tiene muchos
placeres, pero nada se compara a tener una relación diaria con el Padre.
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