Una vez Esaú estaba cansado y con hambre, y
su hermano Jacob había hecho un guiso. Jacob queriendo engañar a su hermano
negoció con él su derecho de primogenitura, y Esaú creyendo que se trataba de
una broma aceptó hacer el cambio. Más tarde Jacob terminó engañando a su Padre
y heredó la bendición, y tuvo que huir de su hermano Esaú que lo quería matar.
Pero incluso huyendo un día Jacob tuvo que reencontrarse con su hermano, y
resolver la situación. Muchas cosas en nuestras vidas, no nos gusta afrontar, y
acabamos dejando para después, pero tenemos que tener cuidado con errores que
cometemos en el pasado y que no resolvemos, creyendo que no tiene ningún
problema, pero la culpa es algo que siempre nos va a perseguir, si no enfrentamos
a nuestros pecados. Hay muchos que creen que, si confesar el pecado a Dios es
suficiente para ser libres de la culpa, y no es así, también tenemos que
enfrentar nuestros errores ante las personas, y así ser humildes reconociendo
que fallamos, también tenemos que procurar arreglar aquello que hicimos de
errado. Hoy el Espíritu Santo nos enseña que a cada paso que damos hacia Dios,
es siempre un paso que tenemos que revisar nuestra propia vida y tratar de
resolver las pendencias del pasado, liberar y pedir perdón en relación a las
relaciones que se acabaran, e además quedarse en paz con todos y seremos
verdaderamente libres del pasado.
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