El ser humano por naturaleza es un ser
inconstante, cambiamos de opinión muy rápido dependiendo de la situación que
estamos viviendo. Cuando pedimos algo para Dios, al principio creemos de todo
corazón, tenemos firmeza en las palabras, pero tenemos un gran defecto que nos
estorba que es la impaciencia. Queremos que las cosas sucedan de la forma que
deseamos y de la manera que deseamos, pero Dios tiene un propósito mayor en
todas las promesas que Él nos hace. Muchas veces queremos tanto algo, pero
olvidamos de analizar ciertas situaciones, y la pregunta que el Espíritu Santo
nos hace hoy es, ¿estamos preparados para recibir? Hay personas que reciben
algo de Dios y después no sienten más necesidad de buscar la él, acaban
abandonándolo, porque en realidad sólo querían un Dios que pudiera satisfacer
sus necesidades, pero realmente estamos probados en nuestra fidelidad cuando no
recibimos lo que queremos en el tiempo que queremos. Nuestra mente empieza a
entrar en crisis y nuestra vida con Dios es puesta en prueba, y es así que
descubrimos el verdadero sentido de buscar a Dios, y descubrimos que su camino es
perfecto, y que en el tiempo cierto aquello que sea de su voluntad va a suceder
y nada podrá decir al contrario. Pero Dios cuando promete algo aunque nos
olvidemos, sin embargo elE siempre da una manera de recordarnos.
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