Las propuestas que el mundo
nos ofrece, cada día se vuelven más atractivas y difíciles de no llamar nuestra
atención, ya veces nuestro corazón comienza a inclinarse a actitudes y acciones
que desagradan totalmente al Padre, y como consecuencias acabamos saliendo de
la ruta correcta y nos perdimos totalmente en el camino. Yo veo mucho a la
gente pidiendo que Dios quite la voluntad de pecar, pero por nuestra naturaleza
somos pecadores, y necesitamos la salvación de Jesús en nuestras vidas. La
mejor forma de derrotar el pecado es buscar verdaderamente a Dios, y pedir que
el derrame algo en nuestra vida que sea tan bueno, que la propuesta del mundo
no sea mayor que estar en la presencia de Dios. Pero el problema es que
hablamos de Dios, creemos en Dios, pero no tenemos una relación real con el
Padre, y muchas veces tenemos una relación mayor con el pecado que con el
Espíritu Santo. La búsqueda de la santidad está directamente relacionada con
vivir una vida de búsqueda, de entrega, de convivencia con el Padre, porque de
esa forma cuando las propuestas, que aparentemente parecen ser buenas, vienen a
nosotros, no tendremos dificultad alguna de decir no, pues tendremos algo en
nosotros que no valdrá la pena perder por ninguna ofrenda del enemigo. Hoy el
Espíritu Santo nos enseña que en la lucha contra el pecado la mejor arma que
tenemos se llama adoración.
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